jueves, 28 de febrero de 2013

PROYECTO DE POESÍA: CAVALO MORTO I, poema de Lêdo Ivo



Lêdo Ivo era un hombre viejo que moría este 23 de diciembre en Sevilla, cuando viajaba por España junto a su familia. Lêdo Ivo era un poeta brasileño alegre. Sus versos desprenden un inusitado regocijo: ni jolgorio ni algarabía.
Cuando una profesora de Educación Secundaria se acuesta junto a La aldea de Sal duerme mucho más tranquila. Cuando lee a sus alumnas y alumnos un poema de Lêdo Ivo viaja más tranquila. Cuando ellos y ellas son sorprendidos por la poesía, se trabaja más tranquila.

 Como afirman Juan Carlos Mestre y Guadalupe Grande en el prólogo con el que abren la obra del brasileño editada  en Calambur: Lêdo Ivo es el más joven de los ancianos poetas que habitan la aldea de sal.



Con el curso de 1º ESO de Educación Compensatoria abordamos un proyecto de poesía que se origina en el poema “Cavalo Morto” del que es autor el poeta brasileño.

Lêdo Ivo nació en Maceió, Alagoas (Brasil), en 1924. Es —junto a  João Cabral de Melo Neto y Ferreira Gullar— uno de los miembros más representativos de la llamada generación del 45.
En 1943 se trasladó a Río, donde trabajó como periodista, y posteriormente realizó estudios en la Facultad Nacional de Derecho  de la Universidad de Brasil.
Su primer libro de poemas, As imaginações, apareció en 1944. Al año siguiente publicó Ode e elegia, que obtuvo el Premio de Poesía de  la Academia Brasileira de Letras. A este título siguieron Ode ao  crepúsculo; Acontecimento do soneto; Cântico; Linguagem; Um  brasileiro em Paris; Magias; Estação central; Finisterra; O soldado  raso; A noite misteriosa; Calabar; Mar Oceano; Crepúsculo civil;  Curral de peixe; O rumor da noite; Plenilúnio; Réquiem, y Mormaço.
Como poeta ha recibido en Brasil los premios Jabuti —en dos  ocasiones—, Luísa Cláudio de Sousa, Pen Club, Casimiro de Abreu y  Poesia da Fundação Cultural do Distrito Federal.
Su novela As alianças obtuvo el Premio de la Fundação Graça Aranha  y Ninho de cobras el Premio Nacional Walmap. Como narrador ha  publicado, además, las novelas Caminho sem aventura, O sobrinho do  General, A morte do Brasil y el libro de cuentos Use a passagem  subterrânea.
Entre sus ensayos figuran Poesia observada, O universo poético de  Raul Pompéia, Teoria e celebração, A ética da aventura (Premio de  Ensayo de la Fundação Cultural do Distrito Federal) y A república  da desilusão.
Por su libro de reseñas A cidade e os dias recibió el Premio de  Crónica de la Academia Brasileira de Letras.
Es autor de dos tomos de memorias, Confissões de um poeta, Premio  Memoria de la Fundação Cultural do Distrito Federal, y O aluno  relapso.
En 1982 fue distinguido con el Prêmio Mário de Andrade, concedido  por el Ministerio de Cultura brasileño al conjunto de su obra. En  1986 recibió el Prêmio Homenagem à Cultura, de Nestlé, por su obra  poética. En 1990 fue elegido intelectual del año por la União  Brasileira de Escritores.
En España ha publicado los libros La moneda perdida (Zaragoza,  Olifante, 1989), en traducción de Amador Palacios, La aldea de sal  (Madrid, Calambur, 2009), traducido por Juan Carlos Mestre y  Guadalupe Grande, y Rumor nocturno (2009), Plenilunio (2010) y  Calima (2011), editados por la editorial Vaso Roto con traducciones  de Martín López-Vega.
En 2009 recibió en Cuba el Premio Casa de las Américas, en 2009 en  México el Premio Víctor Sandoval y en 2010 en España el Premio  Rosalía de Castro, junto a Antonio Gamoneda.
En 2011 acaba de serle concedido el Premio Leteo, otorgado por el  Club Cultural Leteo de León. Entre los premiados de las últimas  ediciones figuran Michel Houellebecq, Amélie Nothomb, Martin Amis,  Adonis, Paul Auster o Enrique Vila-Matas.
Es miembro de la Academia Brasileira de Letras.

A continuación os presento el poema que ha sido objeto de nuestros juegos literarios. Juegos con palabras, con sinónimos, sustantivos, adjetivos… ¡qué más da cómo se llamen las palabras desde una perspectiva puramente gramatical! Hemos empezado a jugar a ser poetas y nos ha resultado maravilloso.



CAVALO MORTO
En Cavalo Morto las muchachas acostumbran a salir de paseo
con los soldados. Y luego a quererse. Sucede entonces algo inverosímil:
después de hacer el amor, bordan en las nubes, con un
alfabeto, azul y blanco, el nombre de los enamorados: José,
Antônio, Manuel, Joao.
Las muchachas vuelven más jóvenes de esos amores entre la
maleza. Regresan intrépidas, excitadas por el filtro de la luna.
Y para ellas no hay ya exigencias, cobardías, acontecimientos.
Sólo existen los soldados del batallón.
En agosto, enero, igual en septiembre, las muchachas aman en
Cavalo Morto. Pasan abrazadas a sus enamorados y dejan en la
arena del  camino algo como un rastro de espuma o velo. Los
soldados no saben hacer sonetos, ¡pero cómo aman!
De noche, Cavalo Morto nunca está despoblado. Y si pasas un
día por allí y oyes voces, risas y gemidos de amor, no te asustes
por miedo a los fantasmas. Son las muchachas amándose con
los soldados en Cavalo Morto.  
Leído en voz alta el poema con la indicación de que muchachas y muchachos debían tener los ojos cerrados responden a la siguiente cuestión: ¿Cómo te has sentido cuando has escuchado el poema?
-          He escuchado una historia de amor muy apasionada.
-          Alegre.
-          Emocionado.
-          He estado bien y alegre.
-          Bien, como muy contenta escuchando un cuento de amor.
-          Bien, porque es muy bonito.
-          Bien, como los soldados de Cavalo Morto, amando.
-          Bien, porque ellos son muy felices.
-          ¿Raro?
-          Me he sentido como enamorado.
-          Me he sentido tranquila.
-          Pensativo.
-          Me he sentido con ganas de escuchar más. Me ha gustado mucho el poema, es muy bonito.
-          Me he sentido como intranquila, no sé.
-          Me he sentido enamorada, he pensado en el chico que me gusta y en las chicas de Cavalo  Morto.
Según van respondiendo, la profesora piensa:
-¡Bien! ¡Han caído en las garras del poema! Y apresados y apresadas por los fervores y los hervores de la poesía reconocen no entender palabras como: bordan, maleza, intrépidas, excitadas, inverosímil, sonetos, cobardía, acontecimientos, gemidos y aunque son muchas no importa porque la música del poema y lo que han sido capaces de comprender les ha cautivado.

Doy tiempo a los alumnos para que busquen en los diccionarios los términos que no entienden y compartan con el grupo los significados.

Escribe el verso o la parte del poema que más te guste…

-          Después de hacer el amor bordan en las nubes con un alfabeto azul y blanco el nombre de los enamorados…
-          Las muchachas vuelven más jóvenes de esos amores…
-          Regresan intrépidas excitadas por el filtro de la luna…
-          Los soldados no saben hacer sonetos ¡pero cómo aman!
-          Pasan abrazadas a sus enamorados.
-          De noche, Cavalo Morto nunca está despoblado. Y si pasas por allí y oyes voces, risas y gemidos de amor…
-          En agosto, enero, igual en septiembre las muchachas aman en Cavalo Morto
-          Para ellas ya no hay exigencias, cobardías, acontecimientos. Sólo existen los soldados del batallón.
 
¿Se te ocurre un verso, una palabra, algo que te gustaría añadir?
-          En Cavalo Morto las muchachas gritan mi nombre: ¡Anuar, Anuar!
-          Los soldados se mueven entre gemido y gemido.
-          Espuma, velo y mucho algodón blanco.
-          En Cavalo Morto lo único que quedará es el amor de los soldados y las muchachas.
-          Los soldados siempre vuelven a buscarlas.
-          Y la magia de las estrellas brilla.
Ya está muy avanzada la reflexión y se les hace el planteamiento de localizar a los personajes del poema: los soldados y las muchachas y el lugar geográfico en el que suceden los acontecimientos: Cavalo Morto. Sus mentes se ponen a funcionar y sustituyen los tres sustantivos del poema de Lêdo Ivo por otros que identifican con otros personajes y con otro lugar, un lugar que también surge de un mundo imaginario, el suyo proio. A partir de aquí se generan poemas nuevos conservando la estructura principal del originario. 

 
EL PAÍS DE LOS YOGURES de Latifa
En El país de los yogures las princesas acostumbran a salir de paseo
con los futbolistas. Y luego a quererse. Sucede entonces algo inverosímil:
después de hacer el amor, bordan en las nubes, con un
alfabeto, azul y blanco, el nombre de los enamorados: José,
Antônio, Manuel, Joao.
Las princesas vuelven más jóvenes de esos amores entre la
Maleza. Regresan intrépidas, excitadas por el filtro de la luna.
Y para ellas no hay ya exigencias, cobardías, acontecimientos.
Sólo existen los futbolistas del batallón.
En agosto, enero, igual en septiembre, las princesas aman en
El país de los yogures. Pasan abrazadas a sus enamorados y dejan en la
arena del  camino algo como un rastro de espuma o velo. Los
futbolistas no saben hacer sonetos, ¡pero cómo aman!
De noche, El país de los yogures nunca está despoblado. Y si pasas un
día por allí y oyes voces, risas y gemidos de amor, no te asustes
por miedo a los fantasmas. Son las princesas amándose con
los futbolistas en El país de los yogures.
EL PARQUE DE LAS FRESAS de Warda el Jafoufi.
  En El parque de las fresas las cocineras acostumbran a salir de paseo
con los doctores. Y luego a quererse. Sucede entonces algo inverosímil:
después de hacer el amor, bordan en las nubes, con un
alfabeto, azul y blanco, el nombre de los enamorados: José,
Antônio, Manuel, Joao.
Las cocineras vuelven más jóvenes de esos amores entre la
Maleza. Regresan intrépidas, excitadas por el filtro de la luna.
Y para ellas no hay ya exigencias, cobardías, acontecimientos.
Sólo existen los doctores del batallón.
En agosto, enero, igual en septiembre, las cocineras aman en
El país de las fresas. Pasan abrazadas a sus enamorados y dejan en la
arena del  camino algo como un rastro de espuma o velo. Los
doctores no saben hacer sonetos, ¡pero cómo aman!
De noche, El país de las fresas nunca está despoblado. Y si pasas un
día por allí y oyes voces, risas y gemidos de amor, no te asustes
por miedo a los fantasmas. Son las cocineras amándose con
los doctores en El país de las fresas. 
 
LA PLAYA DEL AMOR de Marco Saavedra Ocampos.
En la playa del amor las plebeyas acostumbran a salir de paseo
con los monarcas. Y luego a quererse. Sucede entonces algo inverosímil:
después de hacer el amor, bordan en las nubes, con un
alfabeto, azul y blanco, el nombre de los enamorados: José,
Antônio, Manuel, Joao.
Las plebeyas vuelven más jóvenes de esos amores entre la
Maleza. Regresan intrépidas, excitadas por el filtro de la luna.
Y para ellas no hay ya exigencias, cobardías, acontecimientos.
Sólo existen los monarcas del batallón.
En agosto, enero, igual en septiembre, las plebeyas aman en
La playa del amor. Pasan abrazadas a sus enamorados y dejan en la
arena del  camino algo como un rastro de espuma o velo. Los
monarcas no saben hacer sonetos, ¡pero cómo aman!
De noche, La playa del amor nunca está despoblada. Y si pasas un
día por allí y oyes voces, risas y gemidos de amor, no te asustes
por miedo a los fantasmas. Son las plebeyas amándose con
los monarcas en La playa del amor.
EL BOSQUE DE LOS LEONES de Anuar el Hamdeoui.
 En El bosque de los leones las japonesas acostumbran a salir de paseo
con los chinos. Y luego a quererse. Sucede entonces algo inverosímil:
después de hacer el amor, bordan en las nubes, con un
alfabeto, azul y blanco, el nombre de los enamorados: José,
Antônio, Manuel, Joao.
Las japonesas vuelven más jóvenes de esos amores entre la
maleza. Regresan intrépidas, excitadas por el filtro de la luna.
Y para ellas no hay ya exigencias, cobardías, acontecimientos.
Sólo existen los chinos del batallón.
El juego poético nos lleva a la explicación de algunas técnicas vanguardistas como el cadáver exquisito, la escritura automática o el azar dadaísta. Nos detenemos en este último para trabajar sobre los sustantivos del poema, categoría gramatical de la que sólo tenemos que saber que la emplearemos para nombrar, nombrar personas, animales, cosas, ideas, sentimientos y, también, avanzando un poco en la semántica trabajaremos estos sustantivos desde el punto de vista de su significado. Por eso buscamos sinónimos, sinónimos de los sustantivos del texto, aquellos que nos parecen muy significativos en el texto y como si de imitadores del maestro Tristan Tzara nos tratásemos, vamos escogiendo sinónimos al azar con los que conformamos los siguientes poemas…
CAVALO MORTO de José Luis Chacón
En Cavalo Morto las muchachas acostumbran a salir de paseo
con los soldados. Y luego a quererse. Sucede entonces algo inverosímil:
después de hacer el amor, bordan en los cúmulos, con un
alfabeto, azul y blanco, el nombre de los pretendientes: José,
Antônio, Manuel, Joao.
Las muchachas vuelven más jóvenes de esos amores entre el
zarzal. Regresan intrépidas, excitadas por el filtro de la luna.
Y para ellas no hay ya exigencias, cobardías, acontecimientos.
Sólo existen los soldados del batallón. 
En agosto, enero, igual en septiembre, las muchachas aman en
Cavalo Morto. Pasan abrazadas a sus enamorados y dejan en la
arena del  camino algo como un rastro de borbollón o confusión. Los
soldados no saben hacer poemas, ¡pero cómo aman! 
De noche, Cavalo Morto nunca está despoblado. Y si pasas un
día por allí y oyes gruñidos, alegrías y suspiros de amor, no te asustes
por miedo a las apariciones. Son las muchachas amándose con
los soldados en Cavalo Morto.  
 

CAVALO MORTO de Hatim
En Cavalo Morto las muchachas acostumbran a salir de paseo
con los soldados. Y luego a quererse. Sucede entonces algo inverosímil:
después de hacer el amor, bordan en los celajes, con un
alfabeto, azul y blanco, el nombre de los amados: José,
Antônio, Manuel, Joao. 
Las muchachas vuelven más jóvenes de esos amores entre el
soto. Regresan intrépidas, excitadas por el filtro de la luna.
Y para ellas no hay ya exigencias, cobardías, acontecimientos.
Sólo existen los soldados del batallón.
En agosto, enero, igual en septiembre, las muchachas aman en
Cavalo Morto. Pasan abrazadas a sus enamorados y dejan en la
arena del  camino algo como un rastro de espumarajo o rebozo. Los
soldados no saben hacer versos, ¡pero cómo aman! 
De noche, Cavalo Morto nunca está despoblado. Y si pasas un
día por allí y oyes gritos, sonrisas y quejidos no te asustes
por miedo a los espíritus. Son las muchachas amándose con
los soldados en Cavalo Morto.   
CAVALO MORTO de Tamara Marín
En Cavalo Morto las muchachas acostumbran a salir de paseo
con los soldados. Y luego a quererse. Sucede entonces algo inverosímil:
después de hacer el amor, bordan en las nimbos, con un
alfabeto, azul y blanco, el nombre de los rendidos: José,
Antônio, Manuel, Joao. 
Las muchachas vuelven más jóvenes de esos amores entre la
espesura. Regresan intrépidas, excitadas por el filtro de la luna.
Y para ellas no hay ya exigencias, cobardías, acontecimientos.
Sólo existen los soldados del batallón. 
En agosto, enero, igual en septiembre, las muchachas aman en
Cavalo Morto. Pasan abrazadas a sus enamorados y dejan en la
arena del  camino algo como un rastro de efervescencia o confusión. Los
soldados no saben hacer poemas, ¡pero cómo aman! 
De noche, Cavalo Morto nunca está despoblado. Y si pasas un
día por allí y oyes artículos, hilaridades y lamentaciones de amor, no te asustes
por miedo a los cocos. Son las muchachas amándose con
los soldados en Cavalo Morto.  
Localizamos los adornos del poema, los escasos adjetivos que el poeta empleó para embellecer el texto y siguiendo en la vanguardia y en la semántica sinonímica y esdrújulo obtenemos los siguintes textos:

CAVALO MORTO de Laila Atrari
En Cavalo Morto las muchachas acostumbran a salir de paseo
con los soldados. Y luego a quererse. Sucede entonces algo irracional:
después de hacer el amor, bordan en las nubes, con un
alfabeto, azulón y albo, el nombre de los enamorados: José,
Antônio, Manuel, Joao. 
Las muchachas vuelven más tiernas de esos amores entre la
Maleza. Regresan atrevidas, excitadas por el filtro de la luna.
Y para ellas no hay ya exigencias, cobardías, acontecimientos.
Sólo existen los soldados del batallón.
En agosto, enero, igual en septiembre, las muchachas aman en
Cavalo Morto. Pasan abrazadas a sus enamorados y dejan en la
arena del  camino algo como un rastro de espuma o velo. Los
soldados no saben hacer sonetos, ¡pero cómo aman!
De noche, Cavalo Morto nunca está yerto. Y si pasas un
día por allí y oyes voces, risas y gemidos de amor, no te asustes
por miedo a los fantasmas. Son las muchachas amándose con
los soldados en Cavalo Morto.  

 
CAVALO MORTO de Igor Queiroz
En Cavalo Morto las muchachas acostumbran a salir de paseo
con los soldados. Y luego a quererse. Sucede entonces algo absurdo:
después de hacer el amor, bordan en las nubes, con un
alfabeto, zarco y albino, el nombre de los enamorados: José,
Antônio, Manuel, Joao.
Las muchachas vuelven más tiernas de esos amores entre la
Maleza. Regresan arriesgadas, excitadas por el filtro de la luna.
Y para ellas no hay ya exigencias, cobardías, acontecimientos.
Sólo existen los soldados del batallón.
En agosto, enero, igual en septiembre, las muchachas aman en
Cavalo Morto. Pasan abrazadas a sus enamorados y dejan en la
arena del  camino algo como un rastro de espuma o velo. Los
soldados no saben hacer sonetos, ¡pero cómo aman!
De noche, Cavalo Morto nunca está solitario. Y si pasas un
día por allí y oyes voces, risas y gemidos de amor, no te asustes
por miedo a los fantasmas. Son las muchachas amándose con
los soldados en Cavalo Morto.  
 
Y, finalmente este ha sido el resultado: La exposición de nuestro proyecto. Hemos aprendido y disfrutado con él. Nos hemos sumergido durante un par de semanas en un pantano que al principio nos parecía extraño, incomprensible, raro pero en el que hemos aprendido a bucear como experimentados escalares.


 













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